0
Skip to Content
Home
Reserva sesión
Temas
Blog
Podcast ''Tu amiga psicóloga''
About
Mi libro
psicologia
Home
Reserva sesión
Temas
Blog
Podcast ''Tu amiga psicóloga''
About
Mi libro
psicologia
Folder: Menu
Back
Home
Reserva sesión
Temas
Blog
Podcast ''Tu amiga psicóloga''
About
Mi libro
11/27/25

6.3. El síndrome del salvador (codependencia)

Previous

6.2. Si te callas por no perder a nadie puede que te pierdas a ti

Next

6.4. Cómo romper con el patrón familiar

You Might Also Like

Related Embedded Video Item Thumbnail 6.4. Cómo romper con el patrón familiar
Related Embedded Video Item Thumbnail T6 Ep1// Tu dieta emocional es la responsable de que aceptes migajas
Related Embedded Video Item Thumbnail 6.2. Si te callas por no perder a nadie puede que te pierdas a ti
Related Embedded Video Item Thumbnail 6.6. No seas igual que todo el mundo: aprende a desear desde dentro
Related Embedded Video Item Thumbnail 6.7. Las 5 historias que curan el miedo

¿Sufrimos porque lo convertimos todo en objetos?

En redes circula la idea de que “gran parte del sufrimiento humano viene de convertir las cosas en objetos”.

Si la llevamos al terreno psicológico, sí hay algo que encaja: no sufrimos porque “nos objetifiquemos”, sino porque tratamos experiencias cambiantes como si fueran verdades fijas.

Y cuando la mente hace eso, el malestar aumenta.

Video tik tok: @andreaapsicologia

El problema real:

cuando tu mente congela una interpretación

Nuestro sufrimiento no viene de la realidad, sino de estas cuatro operaciones mentales que hacemos a diario:

  • Etiquetamos rápido: “Soy torpe”, “Esta persona pasa de mí”, “No gusto”.

  • Asumimos que la etiqueta es 100% verdad.

  • Dejamos de revisarla, aunque la situación cambie.

  • Y respondemos a la etiqueta, no a los hechos.

Esto convierte algo dinámico en algo rígido.

Y ahí aparece ansiedad, bloqueo, frustración y sensación de estancamiento.

No es “objetificarse”, es perder flexibilidad mental

Hay algo que hacemos todos sin darnos cuenta: un día interpretamos una situación, la mente la guarda, la etiqueta, y desde ese momento seguimos actuando como si esa interpretación fuese eterna. Es como si congeláramos una fotografía mental y la tratáramos como si todavía fuese una imagen actualizada de nosotros, de los demás o del mundo. Y lo curioso es que no se siente como una interpretación. Se siente como “la realidad”.

Esto pasa muchísimo en la ansiedad social, en la autocrítica, en los celos, en la comparación, en el miedo al juicio.

Una persona concluye en 2018 que “da mala impresión”, o que “la gente la ve rara”, o que “no cae bien”, y sin darse cuenta, en 2025 sigue funcionando con ese archivo viejo como si fuese un documento recién creado.

¿Por qué pasa esto?

Porque el cerebro está diseñado para ahorrar energía. Le basta con creer que ya entiende algo para dejar de mirarlo. Cuando algo se da por “ya visto”, “ya entendido”, “ya conocido”, el sistema se relaja y deja de analizar. Y ahí empieza una cadena silenciosa:

  • la dopamina baja

  • el interés disminuye

  • crece la irritabilidad,

  • se acumula esa frustración que no sabes de dónde viene

  • aparece la ansiedad anticipatoria que te hace pensar que algo malo va a pasar incluso antes de que ocurra.

No es que tu cerebro quiera fastidiarte. Simplemente quiere evitar trabajar más de la cuenta. No quiere tener razón: quiere economizar energía, aunque sea a costa de tu bienestar.

La buena noticia es que esto se puede cambiar, y no a través de positivismo ni de discursos motivacionales, sino haciendo algo más profundo y más real: actualizar la percepción. Es como abrir ese archivo antiguo, mirarlo con ojos nuevos y preguntarte si realmente sigue siendo válido. Cuando haces esto, comienzas a revisar la interpretación como si fuese la primera vez que la oyes. Te preguntas si aquello que pensaste hace un año sigue teniendo sentido hoy. A veces descubres que no.

Después viene una parte muy sencilla pero muy poderosa: mirar los datos actuales. No los indicios que confirman la vieja etiqueta, sino lo que está ocurriendo ahora. Esto suele ser incómodo porque la mente está acostumbrada a buscar pruebas que confirmen su historia. Pero cuando te abres a lo que está pasando hoy, algo se destensa.

Y entonces llega el ajuste.

No necesitas cambiar tu visión entera ni convertirte en otra persona. Basta afinar, como quien ajusta el enfoque de una cámara. A veces solo es un milímetro: darte cuenta de que aquella persona que te daba miedo ahora ni se acuerda, que la situación que evitabas ya no es igual, o que tú hoy no eres la misma versión de ti que un día tuvo miedo.

Actualizar la percepción no es magia. Es lógica neurológica. Es permitir que tu cerebro deje de funcionar con material obsoleto. Es decirle, en cierto modo: “ya no soy esa versión antigua; mira otra vez”.

Y cuando la mente vuelve a mirar, algo que parecía sólido empieza a moverse. Y lo que estaba congelado… se descongela. Y tú vuelves a respirar.

Subscríbete

Añade tu correo para que te puedan llegar artículos cómo estos o recursos exclusivos 🤍

Respetamos tu privacidad

¡Gracias! y bienvenido/a 🌟